martes, 23 de febrero de 2010

Recomendados de mi biblioteca


El último post fue un clásico de mi propia cabecita, esta vez va uno de mis clásicos de otras cabecitas. Dulce María Loynáz fue una poetisa cubana que llegó a mi vida de la mano de Alicia, una de las profesoras de la UNSa que más quise. Me alegro de haber podido conocerla y haber compartido un tiempo con ella, se la extraña por la facu...

"La Novia de Lázaro" fue una sugerencia de Alicia para el trabajo final del seminario de Hispanoamericana que cursé con ella. La idea era ver dos miradas femeninas sobre un tema eterno: el amor (no siempre correspondido). La otra mirada era la de las cartas de una ex amante de Diego Rivera, abandonada por el muralista (para variar!!) después de haber tenido un hijo y convivido unos años (en Querido Diego, Te abraza Quiela de Elena Poniatowska) No se dejen engañar por el tema. Acá nada es cursi ni de tarjetita musical de Hallmark. Tanto el poema de Dulce María como las cartas de Quiela van más allá del sentimentalismo de ocasión. Los recomiendo a ambos, pero sólo publico el poema por una cuestión obvia de extensión (y este es largo). Sé que la imagen no es la que probablemente elegiría un editor para los poemas de DML, pero ¿por qué no conjugar dos artistas a los que realmente admiro en un mismo post?


La Novia de Lázaro

A mi hermana Flor
“y el que había estado muerto,
Salió atadas las manos y los pies
Con vendas y su rostro estaba envuelto en un sudario”
(Ver. 44, Cap. 8, Evang. S. Juan)

I

Vienes por fin a mí, tal como eras, con tu emoción antigua y tu rosa intacta, Lázaro rezagado, ajeno al fuego de la espera, olvidado de desintegrarse, mientras se hacía polvo, ceniza lo demás.
Vuelves a mi, entero y sin jadeos, con tu gran sueño inmune al frío de la tumba, cuando ya Martha y María, cansadas de esperar milagros y deshojar crepúsculos, bajan en silencio lentamente la cuesta de todas las Bethanias.
Vienes; sin contar con más esperaza que tu propia esperanza ni más milagro que tu propio milagro. Impaciente y seguro de encontrarme todavía uncida al último beso.
Vienes todo de flor y luna nueva presto a envolverme en tus mareas contenidas, en tus nubes revueltas, en tus fragancias turbadoras que voy reconociendo una por una…
Vienes siempre tú mismo, a salvo del tiempo y la distancia, a salvo del silencio: y me traes como regalo de bodas, el ya paladeado secreto de la muerte.Pero he aquí que como novia que vuelvo a ser, no sé si alegrarme o llorar por tu regreso, por el don sobrecogedor que me haces y hasta por la felicidad que se me vuelca de golpe. No sé si es tarde o pronto para ser feliz. De veras no sé; no recuerdo ya el color de tus ojos.

II

Tú dices que no es tarde y que la muerte no tiene más sabor que tiene el agua. Dices que fue apenas en la reciente lunada cuando te dejamos tras la terrible piedra del sepulcro y aún no segaron en la mies el trigo que estaba verde la mañana aquella en que salimos a castrar colmenas y nos besamos por la vez última…
Yo no contaba el tiempo, bien lo sabes. Sólo cuando te fuiste empecé a contarlo, empecé a morirme bajo los números y las horas y los días que en mi cuenta se hicieron infinitos como son infinitas las angustias que caben en un instante de mal sueño.
¿Por qué quieres que cuente bien ahora, que tenga prisa ahora cuando ya con los dientes le gasté todos sus filos a la prisa? Yo esperé un siglo sin esperar nada ¿Y tú no puedes esperar un minuto esperándolo todo?
Dime Lázaro: ¿Acaso no era más difícil resucitar que quedarte, cuando mi alma se abrazaba a la tuya forcejeando hasta desangrarse, con la muerte?
Vamos, refrena ahora los corceles de tu estrenada sangre y ven a sentarte junto a mí, ven a reconocerme.
Yo también soy ya nueva de tan vieja: de los milenios que envejecí mientras el trigo maduraba en la misma mies, mientras lo tuyo era tan solo una siesta de niño, una siesta inocente y pasajera.
Y no te impacientes, amado mío, que yo aprendí paciencia como letra con sangre, bien entrada.

III

No se me oculta no, que es la felicidad la que no espera. Hora es de ser feliz y habrá que serlo o no serlo ya nunca. Se me devuelve el bien que di por perdido, el amor, la dulzura en lontananza del hogar, de los hijos, de las veladas a la lumbre en invierno; bajo la enredadera en el estío, unas tras otras dulces, pequeñitas, alargándose hasta el confín del tiempo.
Todo eso comienza a tomar forma, a ponerse de nuevo al alcance de mi mano y de mi pequeña, femenina capacidad de imaginar la dicha.
Pero aún sabiéndolo así, no es culpa mía que esta dicha me tome por sorpresa, me encuentre desprevenida como invitados a la fiesta que llegan antes de que la casa esté arreglada.
Tiempo hubo de arreglarla y en verdad la arreglé muchas veces…hasta que luego no la arreglé más y el polvo siguió cayendo, poseyendo la casa sin dueño.
No te empeñes, Lázaro mío, en echarme cuentas sobre el polvo: soy una novia vieja a la que habrá que perdonarle sus torpezas tanto como su piel marchita y sus ojos cerrados todavía a tal milagro.
Soy una novia vieja, y este amanecer en el que vienes de donde vengas, de donde nadie vino antes, es un amanecer nuevo o demasiado viejo; es ciertamente como el primer amanecer del mundo. Toda la vida, toda la Creación, todo tú mismo están por delante.
Solo yo quedé atrás. Todavía en las mieses de la mañana aquella, todavía el beso perdido entre las mieses. Todavía en todo lo que ha dejado de ser, o no fue nunca.

IV

Como el primer amanecer del mundo…Eso es, y hay que ajustarse a eso. Pero mientras se ajusta el corazón, será inútil que me fatigues con premuras.
Tuve una noche larga… ¿No comprendes? Tú también la tuviste, no lo niego. Pero tu estabas muerto y yo estaba viva; tu estabas muerto y reposabas en tu propia muerte como en un lago sin orillas, como el niño antes de nacer en la remansada sangre de la madre.
En tanto yo seguía viva con unos ojos que querían taladrar tu tiniebla y unos huesos negados a tenderse y una carne mordida, asaeteada por ángeles negros rebelados contra Dios.
¡Tu estabas muerto y yo seguía viva sintiendo el paso, el peso, el poso de la noche que se me había echado encima, incapaz de morir o conmoverla!
Conmover la muerte…Eso yo pretendía. Conmover a la Inconmovible, a la Ciega, a la Sorda, a la Muda…Fue otro quien lo hizo. Vino y la noche se hizo aurora, la muerte se hizo juego, el mundo se hizo niño.
Vino y el tiempo se detuvo, le abrió paso a su sonrisa como las aguas del Mar Rojo a nuestros antiguos Padres.
No necesitó más que eso, llorar un poco, sonreír un poco y ya todo estaba en su puesto. Dulcemente. Sencillamente. Indolentemente.

V

Ahora, tu eres su obra, el recién nacido de su palabra taumatúrgica.
Las que me digas en adelante solo serán el eco de la suya dominadora, vencedora de la muerte. Serán las que no supe arrancar de tu pecho vivo o muerto, ni ganarle a su mano, ni beber en mi sed. Ellas caerán en mi alma horadada por la espera, como flores extrañas en un pozo.
¿Te será lícito servirte de ellas para jurarme amor en la ventana; para mimar al ternerillo enfermo, para cantar al son de la vihuela como gustabas hacerlo al atardecer, de vuelta de las faenas campesinas?
No lo sé, ni tu mismo puedes saberlo ahora. Sé que estás aquí, pálido todavía y todavía erguido en el deslumbramiento de tu alba, devueltos a tus labios los besos que no tuviste tiempo de besar.
Pero sé también que entre tu y yo ha ocurrido algo inefable, y aunque yo estoy aquí como tu estás, yo me he quedado fuera del prodigio, ajena a lo que hacían con tus labios, con tu cuerpo, con tu alma, con todo lo que antes era mío…
Cierto, la vida apremia y no hay que pedir más milagros al Milagro: la vida apremia y tus labios están cerca, exactos en su medialuna rosa.
Yo podría besarlos si quisiera y lo querré muy pronto, amado mío…Pero ¡qué miedo como lepra, qué duda para siempre de no besar en ellos lo que besaba entonces, lo que tal vz no valió la pena resucitar!

VI

Aprenderé de nuevo el vuelo de tus garzas, los diminutos ríos de tu sangre, la intimidad de tus luceros.
De la muerte rosada en punta de ala, borraremos las cicatrices mínimas, luz o sombra en tu carne rescatada.
Encontraré entre todo lo perdido, la miel que te era grata, la canción que te hacía sonreír y que un día te ganó una lágrima. Y otra vez anudaré una cinta a mi trenza, una ilusión de novia a mi ventana.
Pero, ¿y si fueras tu quien no me hallaras? ¡Si fueras tu quien en vano buscaras lo que dejaste tras esa ventana vanamente engalanada, y en la miel no adivinaras tus abejas, y en la ofrenda d mi misma solo tuvieras mi fantasma?
Si fueras tu quien a tu vez me hablaras sorda, me besaras fría, me sacudieras rígida…Tu quien me sorprendiera muerta, muerta sí, inexorablemente muerta hasta la sonrisa, liberada ya de todo cuento pudiera ser gloria o tragedia en nuestro destino…
Ah, te estremeces, Lázaro porque hasta ahora tu solo has querido seguir siendo tu mismo y no te has preguntado si yo sigo siéndolo.
He podido morirme ante tus ojos que me ven viva todavía. He podido morirme hace un instante del encuentro contigo, del choque en esta esquina de mis huesos contra tu rostro perdido…Choque de tu presencia y mi recuerdo, de tu realidad y mi sueño, de tu nueva vida efímera y la otra que ya te había dado yo en él y donde tu flotabas perfecto, maravilloso, inmutable, rabiosamente defendido…Si, yo soy la que ha muerto y no lo sabe nadie. Ve y dile al que pasó, que vuelva, que también me levante…Me eche a andar.

5 comentarios:

  1. Muy bueno!! Llegue hasta el quinto porq es mucho pedirle a mi cabeza que Lea mas a las cuatro y treinta y ocho de la mañana.. Me gusta la parte en donde dice que es hora de ser feliz o no ser feliz nunca mas!!!!

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  2. cuatro treinta y ocho!!! qué exactitud cronológica la tuya!!! jaja. Me alegro que te haya gustado, es uno de mis favoritos =) y esa parte es tal cual!

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  3. con ambiente motivador:

    como motiva este ambiente... ja!

    [recordas aquellas palabras, que dijeron aquella vez, en aquella ciudad, aquel verano que paso?]

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  4. "ambiente motivador"!!! jaja... le conté a mi vieja, se mataba de risa!!!

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  5. ja!... que andas haciendo publica mi incapacidad de leer! ja :P!

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