jueves, 18 de febrero de 2010

La Sed

Las musas están poco dadivosas con mi blog, pero me dieron una mano para cumplir con una promesa de invitada a One can't even write freely these days... -en inglés- por Ella (antes Thrice). Hace bastante que vengo siguiendole los pasos (exepto por un breve período en el que se llamó al anonimato y el misterio...escribía desde las sombras, era un blog prófugo). Me gusta. El blog, no que fuera prófugo (aunque eso le agrega un yenesecuá...)
En fin, por lo que veo, las musas quieren que practique inglés y a alguien le gustó lo que escribo como para invitarme a hacer un post. No me puedo quejar. Lo sé. Pero quiero inspiración para mi blog, también. Y un laburo (esto es exhordio al margen, pero la verdad es que necesito una fuente -semidecente- de ingresos fijos por mes para pagar mis deudas, satisfacer mis tórridos placeres y ahorrar un poco para irme de Salta)







Volviendo al título de la entrada "La sed". Es una historia que había escrito para un concurso de cuentos en la secundaria (le fue bien, ganó mención...no sé si quieren saberlo, pero yo quiero decirlo. Hasta ahora es mi única obra premiada, así que la voy a mencionar como para recordar mis tiempos dorados de escritora reconocida y darme un poco de ánimos en esta noche gris de escuchar maullar al gato y tomar aguardiente derecho de la botella). Ahora que veo, vengo ennumerando una sarta de deseos que, metafóricamente, podríamos englobar también bajo el título de la entrada (lo del aguardiente líquida la metáfora -chistin, chistin-, pero bue...)
En fin, sin más dar vueltas como remera en el koinor, publico el resabio de mi siglo de oro.


La Sed

El calor era agobiante. Una típica siesta de enero. Las moscas zumbaban sobre los restos del asado y un perro aburrido roía un hueso. El calor se pegoteaba a la piel en forma de gruesas gotas de sudor y seguramente el agua de la bomba saldría caliente y barrosa de las entrañas de la tierra. El suelo se había vuelto arcilloso, a pesar de que la última lluvia había sido hacía cuatro días. El cielo se había precipitado con la cólera de siglos, pero aún así, el sol recalcitrante se las había arreglado para borrar todo vestigio del diluvio en menos de dos días. El viento no soplaba, ni la más leve brisa que aliviara el sofoco y la pesadez del ambiente. Todo estaba quieto. Expectante.
La mujer dejó la relativa frescura de la mecedora de la galería y bajó los dos escalones arrastrando las chancletas, unas chancletas tan gastadas de tanto caminar la vida que ya parecían una continuación del cayo de la planta del pie. Caminó despacio hacia la bomba. Sería imposible definir su edad, los años habían erosionado sus facciones, reduciéndolas a surcos donde se podía leer la historia de su vida. Definir la cantidad de años era imposible, pero en sus pequeños ojos se podían leer la experiencia y la sabiduría que deja el haber vivido miles de eras. La mujer siempre había existido, así como existen el cielo y la tierra. Usaba un vestido de una pieza que, tal vez, en un principio había sido azul, pero ahora, al igual que su edad, el color era indescifrable. Un cansancio de siglos le pesaba en la espalda, haciéndola caminar doblada, y su carga parecía no dejarla avanzar. Avanzó. La bomba estaba tan lejos…...
Dos chicos mugrientos de polvo y sudor salieron corriendo de la casa. Gritaron al son de la guerra de indios que entre ellos peleaban. El grito rasgó el silencio sepulcral de la hora de la siesta. El eco de los cerros les devolvió el grito de combate varias veces, hasta que murió perdido en el valle. La vieja no lo oyó. Siguió avanzando. La bomba pareciera estar a años de distancia. Se preguntó si algún día llegaría. La sed comenzaba a arderle en la garganta. Los chicos seguían gritando y luchando entre ellos como si en esa pelea se les fuera la vida. La vieja trataba de alcanzar al bomba, pero casi no avanzaba, a pesar del empeño que ponía. La bomba parecía sólo un espejismo, una burla a la sed que tenía y que la iba consumiendo. Si tan sólo pudiera alcanzarla de una vez….La bomba. El agua. Todo estaba tan lejos. Siempre tan lejos…
Luego de caminar lo que le parecieron miles de eternidades cayó al suelo, vencida por la sed y el calor. Ahora la bomba parecía estar ala alcance de la mano, pero ya no podía hacer otro movimiento. Ahí terminaba todo. Con los ojos clavados en la bomba esperó el final o, quizás, un nuevo comienzo.
Uno de los chicos se acercó a la bomba y la hizo despedir un chorro de agua chocolatosa, pero que fue suficiente para calmar la sed y refrescarse la cabeza. La vieja seguía mirando como manaba el agua, el agua que tanto anhelaba.
El chico dejó correr el agua a borbotones y llamó a su compañero, juntos se pusieron a cavar lechos de ríos imaginarios en el suelo arcilloso. Cavaron. Uno de los chicos sacó algo de la tierra. El hueso de algún perro, tal vez.
La mujer dejó la relativa frescura de la mecedora de la galería y bajó los dos escalones arrastrando las chancletas…

6 comentarios:

  1. Tan bueno que me dio sed!!!! Me encanta tu estilo! Bien merecido el premio!

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  2. Y si ya estamos publicando de vuelta, creo que lo podemos considerar un clasico...
    de la literatura...
    de todos los tiempos...
    una joya que estaba enterrada, como un hueso.
    Peche

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  3. Ella: Gracias!!! =D Siempre tan alentadores tus comentarios!!! Me encantan!!!

    Peche: Thank God que dijiste un "clásico" y no un "refrito"!!!!! Jajaja. How PC of you!!!! :P

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  4. yo leo... uté ve--- intercambio visual entre las dos!...

    no sabia que habia sido premiada!--- podemos sentarnos a charlar sobre el temita de las tarjetas... jaja

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  5. me encanta su blog visual!!! =)

    así que ahora que fui premiada me vas a dar bola con las tarjetas??? después de lo que me dijiste en tu blog?? jajaja

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  6. vamos a sentarnos a charlar... eso no quiere decir que este 100% segura de hacer sus tarjetas... tenemos que ver, pero ahora estas mas cerca! ja

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